Escrito por Luis Roca Jusmet
Viajar es muy útil, hace
trabajar la imaginación. El resto no son sino decepciones y fatigas. Nuestro
viaje es por entero imaginario. A eso debe su fuerza. Va de la vida a la
muerte. Hombres, animales, ciudades y cosas, todo es imaginado. Es una novela,
una simple historia ficticia. Lo dice Littré, que nunca se equivoca. Y además,
que todo el mundo puede hacer igual. Basta con cerrar los ojos. Está al otro
lado de la vida.
Louis Fedinand
Céline
En un condensado texto Julián Marías reflexiona
sobre el significado de la palabra ilusión en la lengua española. En él plantea diferentes sentidos del
término, extraídos tanto de la tradición filosófica como de la literaria:
1) El término ilusión tiene varios
significados pero el que acaba dominando es el de engaño.
2) En nuestra lengua hay un
añadido lingüístico que enriquece el concepto al vincularlo a un sentido
positivo: entusiasmo, víspera de gozo (por utilizar la expresión poética
de Pedro Salinas).
3) Hay siempre una perspectiva de futuro en el
sentido de ligarlo a un proyecto, que es lo genuinamente humano. En la
anticipación hay siempre una recreación.
4) La
ilusión se presenta como una realización proyectiva del deseo y hay por
lo tanto una relación complementaria entre ambos conceptos. Hay una sucesión
temporal en la que la ilusión es siempre posterior al deseo. Podríamos definir
la ilusión como un deseo con argumento. Siempre hay que tener en
cuenta que deseo e ilusión
pertenecen a diferentes planos y que el desenlace de la relación entre
ambos puede llevar a la desilusión.
5)
La ilusión también se vive como referida a una ausencia: es una
incitación a que se manifieste algo que está ausente y por lo tanto exige como
resultado satisfactorio la presencia del objeto.
Julián Marías presenta además como
ejemplificación de esta proceso la obra de Pedro Calderón de la Barca La vida
es sueño, donde los dos términos (vida/sueño) no se presentan como
antagónicos, tal cómo lo aparecerían en sus significados más convencionales.
Más bien hay que entenderlos como una paradoja
que apunta al enigma de la condición humana. Los sentidos tercero y
cuarto tienen relación con la fantasía en el sentido del capítulo
anterior, por lo cual me remito a lo ya dicho. El quinto sentido es muy
complejo y está en relación con todo lo que hemos planteado sobre los restos de la percepción y como estos se
transforman en fantasía.. El segundo sentido hay que mantenerlo para no
olvidarnos que la ilusión es siempre una búsqueda de gozo.
Queda sobre todo el primer sentido, que es el
de la ilusión entendida como
engaño o autoengaño. Pero sin perder de vista su relación con
las ideas de proyecto, deseo, gozo y ausencia. Hay un autoengaño que crea unas falsas expectativas. Desde el deseo
distorsionamos la realidad y aparece por tanto como un obstáculo cognitivo.
Julián Marías coincide aquí en su análisis de la
ilusión con lo que plantea Sartre referido al imaginario. Ello en el
triple sentido que la vincula al engaño, al proyecto orientado por el deseo y a
la ausencia. Podemos incluso hacer un paralelismo inesperado con Lacan cuando
Julián Marías relaciona ilusión con la exigencia de la presencia del objeto y la satisfacción consiguiente.
Para Lacan la frustración se ubica exclusivamente en el registro imaginario,
como plantea en su seminario sobre las relaciones de objeto. Considera que nos sentimos frustrados cuando nos falta un objeto real que está ausente
y que lo deseamos presente. Éste es precisamente el
fenómeno que genera la ilusión.
Si nos referimos a la tradición psicoanalítica hay que
volver al viejo Freud. Trata el tema de la
ilusión en un escrito tardío, donde lo define de una manera muy precisa:
“Una creencia que está motivada, sobre todo, por el anhelo de cumplir un deseo,
prescindiendo de su relación con la realidad, de la misma manera que la ilusión
renuncia a cualquier garantía de realidad”.Aparece,
de esta manera, como la realización imaginaria de un deseo infantil
inconsciente. Cómo tal es indestructible y sostiene con su energía todo lo que
queremos a lo largo de nuestra vida. La
ilusión, según Freud, está cerca del delirio,
aunque se diferencia de éste en que la primera es más simple y no se manifiesta
en abierta contradicción como el segundo. Una ilusión no es un error, ya que no señala una falsedad desde
el punto de vista fáctico, pero tampoco es una imposibilidad lógica, ya que es
tan irrebatible como indemostrable.
Si salimos del psicoanálisis para volver a la tradición filosófica es quizás
Clemence Rosset, el autor que ha elaborado de la manera más original la
contraposición entre las nociones de realidad y de ilusión. Este
planteamiento lo inicia Rosset con un
libro titulado Lo real y su doble, que precisamente subtitulará Ensayo
sobre la ilusión Los
humanos, dice, tenemos poca tolerancia con lo real y éste se vuelve
insoportable cuando nos resulta excesivamente desagradable. Entonces rechazamos
lo real de diversas maneras. Lo hacemos en el límite con soluciones trágicas, que
van de la autoaniquilación física (el suicidio) hasta la destrucción mental (la
psicosis).
Pero
hay también una solución de compromiso, menos trágica y que consiste en la pérdida parcial de lo realidad insoportable a
través de la represión. Recordemos a Freud cuando nos habla de que no solo hay pérdida de realidad en la psicosis sino también en la neurosis.. Rosset, en este texto, estudia una
manifestación sofisticada y opaca de la ilusión que es la que él llama la
creación de un doble, que es la elaboración de una percepción inútil (aunque
errónea). No hay que considerar aquí el doble como el fenómeno anómalo y
patológico propio de la esquizofrenia sino de algo mucho más común y cotidiano.
El estudio se centra entonces en las
manifestaciones culturales a través de las cuales se manifiesta este fenómeno: la
ilusión oracular (vinculada a la tragedia griega), la ilusión metafísica
(propia de las filosofías idealistas) y la ilusión psicológica (
que es la del hombre y su doble). El análisis de Rosset tiene un planteamiento que me parece algo
forzado, ya que de lo que nos habla es de construcciones culturales que
considero que tienen un carácter muy parcial, aunque vale la pena entrar en
algunas de sus sugerencias.
La ilusión oracular de la que nos habla
no es de lo que parece, que es la de una supuesta capacidad de predicción del
futuro, sino una implacable afirmación del carácter necesario y asfixiante del
presente, de lo que ocurre ahora. No hay nunca un doble del acontecimiento
porque la realidad es idiota; esta palabra, si nos remitimos a su etimología
griega quiere decir simple, singular
y por tanto insignificantemente, absurdamente única.
Pasamos
a continuación de la ilusión oracular, que sería un doble del
acontecimiento, a la ilusión metafísica, que nos lleva a duplicar
lo real. Este mecanismo funciona creando Otro mundo que se considera más
real que éste. El planteamiento, evidente en el cristianismo, nos remite desde
la tradición filosófica a Platón. Esta ilusión nos llevaría a afirmar que lo
real no tiene un sentido propio, sino en que hay que buscarlo en otra parte. Lo
real inmediato y físico, desde el discurso platónico, se considera como el un
remedo engañoso de otro más perfecto, al que sólo podemos acceder a través de
la razón y que es la que le da sentido. El pensamiento metafísico se funda en
un rechazo visceral de lo presente, que solo puede ser visto como la
representación de Otra Cosa, de Otro Mundo.
De la
ilusión metafísica pasa Rosset a la ilusión psicológica en la cual
el yo es visto como el doble de otro, pero ésta me parece una
especulación demasiado artificiosa para desarrollarlo aquí.
Lo que me interesa recoger de Rosset es la
función que atribuye a la ilusión como protección frente a lo real.
Rosset sigue aquí la línea de Freud al considerar que lo ilusorio no es un
error sino la proyección improbable de
un deseo. Pero le da un
giro al plantear que la ilusión representa no sólo una escapatoria frente a lo
real sino también una defensa frente a ella. La ilusión de la que hablamos no
es la generada por los sentidos, ya que si fuera éste el caso entonces quedaría
reducida a un error perceptivo o de juicio. Todas las formas de contestación de
lo real, plantea Rosset, sean las de ayer o las de hoy, se apoyan de diferentes
formas en un doble ideal.
El filósofo francés continúa su elaboración
teórica en otro libro, titulado Lo Real,en el que insiste sobre el carácter
idiota, carente de sentido e insignificante de lo real. Lo demás, dice,
significa mirar a otro lado. De la negación de esta evidencia vital, accesible
a cualquier humano, es de donde sacamos
que la vida tiene un sentido. Queremos negar que la realidad es producto del
azar y de la necesidad, pero no tiene finalidad. Lo real es lo que es y no puede ser otra cosa, con su insistente
monotonía o arbitraria incoherencia, y esto es lo que no estamos
dispuestos a aceptar. Son los ilusionistas los que niegan esta
devaluación generalizada, esta disconformidad de lo que hay con sus significaciones idealizadas. Rosset plantea aquí
un tema crucial, que es el de la transformación
estética de lo real a través de la escritura. Rosset se centra en lo que él
llama la grandilocuencia, que sería el intento de tratar lo real a
través de una retórica ideológica, que aparentemente lo amplifica pero que en
realidad lo escamotea. Me parece una cuestión de enorme importancia, que tiene
que ver con lo que hoy llamamos la corrección ideológica y que siempre
se ha tratado con otro término, que es el de eufemismo.
Pero la cuestión que se plantea aquí en
profundidad es la relación entre lo real y su representación. Lo real, nos dice
Rosset, tiene poca brillantez y no se
deja ni fijar ni atrapar por sus formas de representación, sea la imagen o,
sobre todo, la palabra. Si las representaciones brillan excesivamente, entonces
sustituyen con su esplendor a la opacidad de lo real y de esta forma lo
enmascaran; hay que acercarse a lo real mirando con una cierta distancia, de
reojo, sin intención porque sino acabamos dándole cualquier finalidad,
distorsionándola según nuestro deseo de ocultar lo que tiene de propio, que es
su idiotez. La realidad tiene una densidad que señala la plenitud idiota de la
vida cotidiana la del aquí y ahora, y si no queremos o podemos aceptarla en su
absurdidad miramos hacia otro lado, que es el de la ilusión, que tiene una brillantez tan propia como
falsa.
Clemence Rosset continua la misma línea de
reflexión pero abordando de una manera inesperada la relación entre lo real
y el imaginario. Comienza
desmarcándose radicalmente del tópico según el cual asociamos el imaginario a
lo irreal; el rechazo de lo real no
tiene así nada que ver con el imaginario, ya que la percepción de lo real y la
representación imaginaria tienen la
misma filiación, en la medida que el imaginario es la Otra escena de
lo real, tal como pone de manifiesto su manifestación más paradigmática que es
el arte. Para Rosset los dos dominios no sólo compatibles, sino incluso
complementarios. Es lo ilusorio lo que se contrapone a lo real por la
ambigüedad radical que lo caracteriza, ya que el lugar que pretende ocupar es
el que pertenece a lo real. Pero aquí Rosset aparece como inconsecuente: ¿No es
el arte una transformación estética de lo real para huir de su opacidad, de su
idiotez ? Quizás aquí la única posición coherente sería la de Rimbaud, que
antes de los veinte años deja de escribir para sumergirse en esta estupidez de
lo real ya que no quiere escaparse de ella.
Otra cuestión interesante que plantea Rosset
en este estudio es que la
representación más fiel de lo real no es la que funciona simultáneamente a la
percepción sino la que le sigue. ¿Cómo justifica esta afirmación, que de
entrada puede parecer una boutade? De una manera muy clara, que es
planteando que la realidad no es accesible directamente a través de los
sentidos. Lo que hacemos es reproducirla en nuestra mente y desde aquí podemos
reconocerla. Lo que llamamos la representación es ni más ni menos que el
conocimiento como tal. Éste solo es
posible esta segunda vez, que se corresponde con el representar consciente de
la percepción no consciente. El que la representación sea posterior, que tenga
una antigüedad, hace que tenga siempre un carácter tardío. Curiosamente Rosset acaba
defendiendo, aunque sea bajo una perspectiva inesperada, la teoría de la
reminiscencia de Platón. La llegada de lo real a la conciencia no es un conocer
sino un reconocer.
El filósofo catalán Pere Saborit
formulará posteriormente, siguiendo en gran medida la reflexión de
Rosset, la siguiente hipótesis: la
ilusión es una ficción consoladora a través de la cual los humanos nos
autoengañamos. Plantea aquí la cuestión fundamental, que
es la de la relación entre lo ilusorio y lo real y lo hacen a partir una
definición de los criterios que marcan la demarcación entre ambos. Pero se
mantiene también en una ambigüedad de la que es difícil salir : si lo ilusorio,
nos dice, consiste en dar una apariencia de realidad a lo no que no lo es ¿
cuál es el criterio de verdad que nos permite decir lo que es y denunciar lo
que no es ? Saborit nos señala
lúcidamente que uno está preso de una lógica realmente ilusoria si quiere explicar del todo la formación de
las ilusiones, es decir si pretende estar liberado totalmente de ellas.
Pero como el trabajo filosófico es convertir la respuesta en una pregunta
transformar las afirmaciones de Rosset en el interrogante formulado por Žižek, a partir de la consideración
lacaniana sobre la realidad de la ilusión.
Dicho de otra forma: las ilusiones humanas tienen unos efectos reales,
muchas veces más potentes que la propia realidad. El filósofo esloveno plantea
la relación entre lo virtual y la realidad a partir de la obra de
Deleuze. Žižek considera que este filósofo oscila entre una lógica del
sentido y una lógica del devenir como producción de seres.
Según la primera lógica del sentido lo virtual es producto de un proceso
material independiente al que le da sentido, por lo que podríamos decir que en
este sentido lo virtual constituye lo real. El ejemplo más claro donde
esto se manifiesta es en el cine, donde la imagen fílmica es un trozo
material que adquiere realidad a partir del sentido que le da la
película. Pero por otra parte, en la lógica del devenir como
producción de seres adopta una óptica materialista que plantea que la
realidad física es la que constituye lo virtual, aunque sea ésta la que le da
un sentido. Žižek da la vuelta a
la contradicción para formularla en términos productivos : la realidad se
constituye en la medida que se añade un suplemento virtual a lo real preontológico. En otras
palabras, extraer lo virtual de lo real es lo que nos permite construir
la realidad tal como la constituimos. La realidad real, por decirlo así,
es la Cosa
filtrada a través de lo virtual, es decir, de lo simbólico.
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