Reseña de
Maldad, culpa y
responsabilidad. Ensayos psicoanalíticos y sociales
Josep Moya
Barcelona : S &
P, 2014
Luis Roca Jusmet
De
entrada nos encontramos ante un libro cuyo autor no escribe
exclusivamente desde la reflexión teórica. Se trata de un hombre
profundamente implicado, y desde hace muchos años, en la práctica
psiquiátrica y psicoanalítica, entendida esta siempre de una manera
emancipatoria.. SE comprueba en el carácter poco especulativo y
altamente empírico de sus análisis. Es asimismo uno de los
coordinadores del Obervatori de
Salut mental de Catalunya.
Su
perspectiva es claramente psicoanalítica, aunque es capaz de
integrar en ella su propia formación médica, por un lado, y sus
lecturas filosóficas, antropológicas y sociológicas, por otro.
Todo ello muy bien ensamblado, con unos planteamientos ricos y poco
dogmáticos. Al contrario de lo que hacen muchos psicoanalistas de
orientación lacaniana, Josep Moya está abierto a otras
aportaciones, como la de Erich Fromm, por ejemplo. El libro, muy
ambicioso, es más un material de reflexión que una imposible
conclusión en temas que, por su complejidad, siempre quedan
abiertos. Afortunadamente, es un sólido material para seguir
pensando mejor sobre estas tres problemáticas. Estas son, como dice
el título, la maldad,
la responsabilidad y
la culpa. Josep
Moyá tiene el buen criterio de enmarcar social y política estos
temas, dándoles así una dimensión actual. Sobre todo la
responsabilidad ligada a la crisis del patriarcado y a la aparición
del sujeto neoliberal.
Hay
que reconocer el esfuerzo sintético de un proyecto que es muy
difícil de lidiar.
De
entrada, he de decir que comparto, en parte, las referencias teóricas
de Moya. Por una parte, la de Freud, Lacan y Castilla del Pino ( que
me alegro que sea reivindicado, ya que, siendo uno de nuestros
psiquiatras más interesantes, parece bastante olvidado). Por otra
parte los sociólogos Baumann, Beck y Sennett. Faltan , bajo mi punto de vista, otros pensadores que me
parecen imprescindibles. He de aclarar aquí que al decir "faltan"
no quiero que "le falten" a Josep Moya. El autor hace, por
supuesto, su recorrido teórico que, como tal, es perfectamente
coherente. Pero considero que vale la pena citar a algunos filósofos
y sociólogos contemporáneos que aportan mucho a la reflexión que
nos ocupa y que vale la pena que los lectores de esta reseña
conozcan. En primer lugar Michel Foucault y junto a él su maestro
Georges Canguilhem ( con su tratamiento crítico de lo normal y lo
patológico) y Nikolás Rose, un sociólogo británico que está
desarrollando estudios empíricos muy interesantes sobre
neoliberalismo y biopolítica. Pero también me gustaría citar a dos
clásicos de la filosofía, Spinoza y Nietzsche. De Nietzsche es
importante recuperar su anuncio de “La muerte de Dios” y la
aparición del nihilismo y también su genealogía de la moral.
En
su tratamiento de la maldad es
donde discrepo más de Josep Moya. Me parece que hemos de partir de
Spinoza cuando dice que el bien y
el mal
no existen como tales y solo podemos formularlos en relación a lo
que es bueno y malo para el hombre, a saber, la alegría y el poder
por un lado y la tristeza y la impotencia por otro. Son términos
relativos. El hombre quiere se feliz y la felicidad viene de la
alegría, del desarrollo de las propias capacidades y la infelicidad
de la tristeza y la impotencia. Amamos, dice Spinoza, lo que nos
causa alegría, y odiamos lo que nos causa tristeza. Es discutible en
términos absolutos pero es parcialmente verdad, por lo menos con el
odio. El odio surge como fuente del mal si entendemos por esto la
violencia contra el otro. Pero al margen del odio la maldad de la
violencia produce un goce. Esta es la crítica de Žižek ( al que, a
pesar de las polémicas que el envuelven, tiene muchas cosas
interesantes que decir) a la concepción de la banalidad del mal de
Hanna Arendt. El ejercicio de la violencia, la práctica de la
crueldad produce un goce. Goce ligado a la pulsión de muerte. Goce
que es un placer oscuro de los humanos, una pulsión hacia la
crueldad. El mismo Freud era pesimista en esto y solo la sublimación
( que Moya trata bellamente a partir del caso Gaudí) nos permite una
salida, que es la transformación en una pulsión creativa. El
término idiotez moral
no me acaba de convencerme. La moral es la interiorización de normas
y cuando estas están poco interiorizadas o son demasiado laxas se.
produce esta falta de moralidad. Falta que tiene una explicación en
parte social y en parte biográfica Otra cuestión compleja es la
existencia o no existencia del sentimiento de humanidad, de la empata
hacia el otro. Pero como decía Spinoza un afecto solo puede
sustituirse por otro. O un afecto puede destruir al otro, como puede
pasar con el odio. De todas maneras me parece muy interesante la
manera como Moya lo ejemplifica a través de ejemplos recientes como
Rwanda o Bosnia, donde se ponen de manifiesto como a través de las
creencias se puede manipular el odio hacia el otro.
La
reflexión sobre la responsabilidad me parece que está muy bien
abordada. Hay que apostar, efectivamente, por el punto de vista que
afirma que hemos que somos sujetos responsables, que nos hacemos
cargo de nuestra vida y de las consecuencias de nuestros actos. Como
decía Kant si no hay responsabilidad no hay moral posible. El
victimismo actual nos lleva a responsabilizar siempre al otro de los
somos y hacemos. De nuestras faltas, en definitiva. La propia
medicalización de la sociedad, al servicio de intereses econó,micos,
nos lleva en esta línea. Pero paradójicamente el mito del sujeto
neoliberal nos plantea justo lo contrario : somos responsables de
todo lo que nos ocurre. Los extremos se tocan, por supuesto. La única
manera racional de plantear la cuestión es delimitar lo que dpende
de nosotros y de lo que depende la sociedad en que vivimos. Pero esto
último, a su vez, no debe conducirnos al conformismo sino a la
acción transformadora. Ligado a la responsabilidad está el tema de
la culpa. Quizás falta aquí profundizar más en la relación entre
responsabilidad y culpa. Es un tema que queda abierto. Como otros
muchos que plantea el libro : qué quiere decir salud mental o la
misma normalidad. Lo cual no es una crítica, como ya he dicho, sino
un elogio. La refeencia al caso althusser me parece muy pertinente.
Un
libro, en definitiva, que vale la pena leer. No solo por educadores,
psicólogos o psiquiatras sino por todo ciudadano crítico que se
sienta, inevitablemente, interpelado por estos temas.
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